Arquitectos: Javier González Herráez. Leonor Ortíz Mora. Juan José Pantoja Checa. Bárbara Desmonts Bengoechea
Dirección de Obra: Javier González Herráez. Leonor Ortíz Mora. Juan José Pantoja Checa
Colaboradores: Virginia Garrido Girón, Alfonso Ortíz Solís, Eduardo Roig Segovia, Juan Antonio Concepción Gómez.
Estructuras: Urbex Arquitectura S.L.P.
Instalaciones: Urbex Arquitectura S.L.P.
Localización: Calle Relatores, nº 20, Madrid, SPAIN
Fecha: 10/2010
Cliente: Comunidad de Propietarios Relatores, 20.
Superficie: 1,948.00m²
Empresa Constructora: Makasa, S.L.
En el año 2004 los arquitectos del proyecto pasaban por la calle Relatores con frecuencia semanal para dirigir una obra cercana. En aquel momento, Relatores 20 era un edificio casi abandonado. En las siete infraviviendas de las buhardillas habitaban toxicómanos, y en el resto de la casa diferentes forjados se habían hundido y muchos otros amenazaban con un derrumbamiento inminente. La casa era una de las múltiples casas del XVI y XVII que, por la austeridad de su edificación exterior, habían sido infracatalogadas por el Plan General. Diferentes agentes inmobiliarios pululaban ya por el edificio y rondaban a su propiedad con el fin de buscar su ruina. Los arquitectos juntaron a diez amigos y se convirtieron en un agente inmobiliario más, constituyéndose en la Comunidad de Bienes Relatores 20. Se compró el edificio y sufrieron el largo, incierto y costoso proceso de hacer una obra de rehabilitación. El resultado es el presente.
HISTORIA DEL EDIFICIO: La primera referencia histórica que encontramos del edificio es en el Archivo de Protocolos, dónde se reseña que “perteneció al Marques de la Vera y Doña Manuela Antonia de la Ysequilla su mujer, fue de Juan de Pinedo quién la privilegió sin carga el 18 de mayo de 1615.” Sin tener certeza alguna, los arquitectos autores del proyecto consideran que esta casa debió construirse al establecerse la corte en Madrid, perteneciendo probablemente a algún noble con posible función de relator en la corte. La edificación consta de todas las características de la arquitectura de la época en la que Madrid era una villa castellana, antes de que Madrid se volviera francesa en el siglo XIX. puede apreciarse en el plano de López Ibero, pero, al abrirse la calle Doctor Cortezo con una mayor edificabilidad, la Propiedad del edificio en aquel momento amputó el patio y la trasera de la casa.
Así mismo, a finales del siglo XIX, la Propiedad amplía el edificio levantando el bajocubierta, para cubrir un poco después el patio hasta la planta segunda. A lo largo de estos años la casa ha sido, entre otros, convento, Casa del Pueblo y, recientemente, Academia de Baile e Imprenta. El patio y la edificación trasera contaban con mucho más fondo que el actual, como ESTRATEGIA DE INTERVENCIÓN, ELIMINACIÓN DE IMPACTOS NEGATIVOS Y RECUPERACIÓN DE LA IDENTIDAD ORIGINAL: Tras un proceso de calas casi arqueológico, se estableció como estrategia de intervención principal el intentar recuperar la identidad original del edificio, eliminando o reduciendo los impactos negativos (en especial todos los elementos e intervenciones del siglo XIX que desvirtuaban la identidad del edificio). Como decisión de proyecto se estableció el diferenciar en zinc el levante del siglo XIX del edificio original y recuperar el patio original hasta planta baja, con fachadas del patio contemporáneas al ser imposible recuperar las históricas.
El diseño de estas carpinterías, aparte de buscar la necesaria integración con la identidad histórica del edificio, consiguieron aportar la luz necesaria para los estándares de confort actuales. Elementos históricos como el oratorio (cúpula con linterna) de la planta primera y las columnas de granito del patio fueron restaurados con el mayor mimo, recuperando acabados, colores y texturas originales. A lo largo de la obra, en los interiores se decidió eliminar los falsos techos decorados del siglo XIX en las zonas comunes y viviendas, a favor de los acabados del siglo XVI-XVII, con los techos de viguería de madera con camón de yeso. En el exterior, al picar el revoco del siglo XIX, apareció la fachada original del siglo XVI-XVII, de ladrillo llagueado y pedernal, que era incompatible con la fachada del siglo XIX, realizada por un escayolista que tuvo taller en la propia casa.
Como dato constructivo importante hay que reseñar que la llaga sobresalía medio centímetro respecto al ladrillo, cuestión que debería tenerse en cuenta para rehabilitaciones de edificios de la época. Las carpinterías de los locales comerciales se diseñaron en consonancia con las carpinterías del patio recuperando la proporción de los huecos originales, especialmente en el hueco izquierdo donde en algún momento se había abierto hueco de paso de carruajes. Técnicamente se señalan como principales esfuerzos la recuperación de las deformaciones de la escalera mediante gatos, polipastos y la introducción de una estructura metálica oculta de refuerzo, y la introducción del ascensor como elemento de comunicación vertical y pozo de luz. Tras dos años y medio de licencia, tres años y medio de obra y un esfuerzo económico enorme por parte de la Propiedad, queda como resultado uno de los pocos edificios que podrá recordar fidedignamente como fue la villa de Madrid hace cuatrocientos años, así como la identidad arquitectónica castellana de la época.
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