Arquitectos: Alejandro Alférez y Rafael Gómez
Colaboradores: Margarita Usero, Luis María Meléndez, (arquitectos)
Aparejador: José Antonio Valdés
Estructuras: José María Fernández (Ingeniero de caminos, Canales y Puertos)
Instalaciones: Nieves Plaza (arquitecta)
Plaza de la Villa 1 Meco
Madrid, Spain
01/2014
Cliente: Ayuntamiento de Meco
Superficie: 3,725.00m²
De Rincón de Soto a Meco
El proyecto del Ayuntamiento de Meco parte de un Concurso de Ideas a través del cual se buscaba un nuevo edificio consistorial, de mayor tamaño que el existente cuya organización y funcionalidad eran además muy mejorables. Para albergar ese nuevo edificio el Ayuntamiento busco una nueva ubicación, una antigua era, en el límite del pueblo mirando hacia el corredor del Henares.
La propuesta de proyecto puede resumirse en los siguientes puntos:
Ubicar el edificio en el borde de la parcela, en la cabeza del talud en el que termina la parcela, para, por una parte, sacar el máximo provecho a las vistas del paisaje y por otra, para actuar como límite de un nuevo espacio público que quedaría entre el edificio y el pueblo. Este espacio se organiza con vocación de plaza pública, integrándose toda la reordenación urbana del entorno urbano (plaza y calles aledañas, zona verde y aparcamiento en superficie) como parte del proyecto.
La planta baja del Ayuntamiento es lo más transparente y abierta posible para ser identificada como espacio abierto a los ciudadanos, para dar continuidad a la plaza hacia el interior del Ayuntamiento y para permitir las vistas del paisaje a su través. El vidrio se retranquea respecto a la fachada protegido por un espacio de soportal con el que edificio queda cosido a la plaza.
El edificio se desarrolla principalmente como elemento horizontal acompañando la definición del espacio público de la plaza a un lado y la línea del horizonte del paisaje al otro. En el interior esta forma alargada y estrecha proporciona recorridos claros y espacios flexibles con buena iluminación natural y ventilación cruzada.
Como contrapunto a este desarrollo horizontal el edificio se remata en uno de sus extremos con un cuerpo elevado que alberga el Salón de Plenos. Esta “torre civil” identifica al edificio como espacio de la representación ciudadana al tiempo que establece un respetuoso diálogo con la” torre sacra” de la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción de Meco.
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El proyecto del Ayuntamiento de Meco hace pareja con otro ayuntamiento realizado unos años antes, en Rincón de Soto, La Rioja.
Aunque se realizaron en circunstancias muy diferentes, ambos comparten unos mismos criterios de diseño, la misma intención de realizar una arquitectura arraigada en los principios de la modernidad pero que tendiera puentes con el modesto paisaje urbano de unos pueblos en los que la impronta rural es todavía muy evidente.
Rincón de Soto fue la primera obra de cierta relevancia que pudimos proyectar y donde contamos con un tiempo y presupuesto más que razonables. Pudimos probar diferentes materiales y sistemas constructivos –tal vez demasiados- en un proyecto hecho con todo el cariño del mundo, como es normal en unos arquitectos jóvenes que empezaban en la profesión.
En Meco el proyecto hubo de realizarse en mucho menos tiempo y con un presupuesto más ajustado. Sin embargo, la experiencia acumulada entre uno y otro proyecto hizo que pese a ello el proyecto saliera con un tono general más uniforme. Intentamos sistematizar mejor las soluciones constructivas, hacer menos detalles y menos planos. A veces las prisas son buenas consejeras.
En Rincón de Soto el proyecto se ubicaba en el centro del pueblo, en un solar entre medianeras donde hubo que lidiar con una casona preexistente. En Meco el edificio tuvo que hacer suyo y dar carácter a un lugar en la periferia del pueblo. Sin embargo, en ambos casos el tema central fue el mismo: ligar el edificio a un espacio público, a una plaza.
Ambos edificios están revocados en blanco, no por nostalgia de la arquitectura de los pioneros modernos; en Rincón de Soto porque era el color del ayuntamiento preexistente, lo que le diferenciaba de los tonos arcillosos de las casas del pueblo, y en Meco como forma de enlazar con las calles del pueblo, de aire algo manchego, donde domina el ladrillo encalado en fachadas y tapias.
En ambos casos, nuestros amigos y compañeros, tras la típica visita en la que enseñábamos muy orgullosos el edificio, nos decían “como se nota que os gusta los nórdico”. Y aunque tenemos presente aquello que decía de la Sota (que nunca había visto un edificio finlandés en España que le emocionase) en efecto uno no puede evitar tener sus inclinaciones y debilidades. Y además, ¿acaso no les reprocharon a aquellos nórdicos en sus países que su arquitectura era excesivamente mediterránea, que intentaran llevar la arquitectura de la Toscana y de Andalucía al frío norte?
Así que tal vez se produzca un curioso rebote al observar arquitecturas aparentemente lejanas pero en realidad inspiradas, al menos parcialmente, en paisajes muy próximos y nuestros. Y si en ambos edificios hay azulejos es no tanto por fijarnos en Alvar Aalto (que también) como por que los encontrábamos en las casas del pueblo. En fin, intentamos cruzar logros ya conquistados de la arquitectura moderna con sabores y texturas de la cocina ibérica: suelos de barro, ladrillo de tejar, teja árabe, terrazo in situ, piedra caliza y revocos. Y más allá de cualquier cuestión de estilo la intención siempre fue procurar espacios flexibles y amables, sencillos escenarios para la vida cotidiana de la gente de esas dos pequeñas localidades.
Buscar el ladrillo adecuado en las tejeras de la Rioja y Navarra, ir a ver el taller de Antonio Cumella en Barcelona, rastrear al marmolista del Palacio de Linares para hacer el terrazo en Meco, resolver con José María y Nacho los detalles de la estructura, ver como desembarcaban unos muebles daneses en la plaza de Rincón de Soto, los madrugones y las idas y venidas en coche repasando con José Antonio Valdés los temas de las visitas de obra… fueron unos viajes emocionantes, que nos permitieron recorrer todo el proceso de la arquitectura, desde los dibujos de los concursos hasta los planos de obra y en el caso de Rincón de Soto incluso hasta la mayor parte del mobiliario.
Aunque no ha pasado tanto tiempo desde ambas obras, vistas desde la distancia que ha supuesto el enorme seísmo que ha sufrido la profesión en estos últimos años, parece que fueron hace un mundo. Pasado ya un tiempo, al volver a ambos lugares, hemos podido comprobar que ahí están ya hechas unas personas mayores y que funcionan razonablemente bien, que han sabido encajar las primeras transformaciones con buena disposición y que, en definitiva, son ya parte de la vida de esos lugares, independientes ya de los arquitectos que las pensaron y de tantos dibujos y planos hechos por estos.
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