Francisco Javier Saenz de Oiza

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Francisco Javier Sáenz de Oiza
(Cáseda, Navarra, 1918 – Madrid, 2000) Arquitecto español, una de las grandes figuras de la arquitectura española contemporánea. Proyectó, en equipo, los barrios residenciales de Calero, Erillas y Batán, cercanos a Madrid, con planteamientos funcionales. Su obra más importante son las Torres Blancas de Madrid, de las que sólo se llegó a construir una; en ella consiguió disolver el espacio unificado de los rascacielos y establecer cierta independencia entre las diferentes viviendas. Otras obras son el edificio del Banco Bilbao-Vizcaya (en el centro AZCA de Madrid), la villa Fabriciano (Torrelodones, Madrid) y los pabellones del recinto ferial Juan Carlos I (1989-1991), en Madrid. En 1989 recibió la medalla de oro del Consejo Superior de Arquitectos de España y en 1993 fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Artes.

Francisco Javier Sáenz de Oiza cursó estudios secundarios en Sevilla y Madrid; entre 1934 y 1936 realizó los dos cursos necesarios de ciencias exactas para poder entrar en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid. En 1946 se graduó con un brillante expediente académico que le valió el Premio Aníbal Álvarez, y al año siguiente viajó a Estados Unidos gracias a la beca Conde de Cartagena, otorgada por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. En ese país profundizó en el estilo de la gran arquitectura urbana moderna.

A su regreso a Madrid en 1949 se incorporó como docente a la Escuela de Arquitectura de Madrid, primero como profesor de salubridad e higiene de la edificación (hasta 1952) y posteriormente como responsable del ámbito de Proyectos Arquitectónicos, del que llegó a ostentar la cátedra desde 1968 hasta 1983, año de su jubilación. De 1981 a 1983, además, ocupó el cargo de director de la propia escuela.

Durante toda su vida profesional compaginó la actividad docente con el trabajo en su estudio madrileño, al que en los últimos años de su vida se incorporaron algunos de sus hijos, cuatro de los cuales fueron también arquitectos. En 1989 recibió la medalla de oro del Consejo Superior de Arquitectos. El reconocimiento a su dilatada trayectoria arquitectónica tendría su punto culminante en 1993, con la concesión del Premio Príncipe de Asturias de las Artes.

En 1953 concibió, con Luis Laorga, la nueva basílica de Nuestra Señora de Aránzazu (Guipúzcoa), en la que se observa un distanciamiento del continuismo historicista propugnado en las aulas. Laorga y Sáenz de Oiza quisieron romper el aislamiento artístico y cultural del país acudiendo al magisterio del arquitecto alemán Dominikus Bohm y sus antiacadémicas y expresionistas concepciones sobre la arquitectura religiosa, en las cuales se inspiraron, al menos parcialmente. Sáenz de Oiza recurrió a una arquitectura más espacial, construyendo un volumen con el que intentaba asimilar el modelo arquitectónico de Mies van der Rohe e integrando líneas contemporáneas y materiales modernos (acero, hormigón) con elementos tradicionales (planta en cruz, campanario, capillas). El proyecto obtuvo el Premio Nacional de Arquitectura de 1954; durante su construcción, Sáenz de Oiza conoció al escultor Jorge Oteiza, lo que dio inicio a una amistad que se revelaría fecunda.

La frialdad compositiva y la voluntad de alcanzar la lógica pura, casi matemática, exenta de un emocionalismo inmediato, quedaron perfectamente reflejadas en el proyecto de Sáenz de Oiza para la delegación de Hacienda de Donostia-San Sebastián (Guipúzcoa), que obtuvo el primer premio del concurso público en 1957. Entre 1954 y 1962 colaboró con el equipo de Romaní en la construcción de viviendas sociales en distintas zonas de Madrid, como Fuencarral (1955), Entrevías, Calero y Batán. En el barrio de Entrevías (1956) recurrió a los trabajos del arquitecto holandés J. J. P. Oud, miembro de De Stijl, para superarse en su radicalidad constructiva, llevando el funcionalismo y la pureza de la plasticidad organicista a unos límites un tanto forzados.

El diseño de viviendas de promoción oficial dio a Sáenz de Oiza una extraordinaria relevancia profesional al proponer un nuevo modelo arquitectónico para los barrios periféricos de las grandes ciudades. Sin duda, una de las construcciones más imponentes de Sáenz de Oiza fue el edificio Torres Blancas de Madrid, erigido entre 1962 y 1967. Construido en hormigón visto, de altura considerable (21 pisos) y formas circulares, está considerado una de las más destacadas creaciones del organicismo. En el diseño de estas viviendas colaboraron sus ayudantes Rafael Moneo y Juan Daniel Fullaondo, auténticos instigadores del acercamiento a la innovación formal que emprendió Sáenz de Oiza.

Otra de sus obras más destacadas es la sede del Banco de Bilbao en Madrid. Esta soberbia torre de vidrio y acero fue producto de un relevante concurso privado y, aunque se proyectó entre 1969 y 1971, tuvo una ejecución muy tardía, pues no se finalizó hasta 1981. En torno a una estructura central se integran los sucesivos pisos de la torre en bandejas de diversas alturas, en una discontinuidad organicista que contrasta con una aparente simplicidad racionalista.

En 1986 Sáenz de Oiza realizó de nuevo un proyecto para la construcción de un edificio de viviendas sociales: un bloque de ladrillo llamado El Ruedo, que se curva sobre sí mismo cerrándose a la ruidosa autopista madrileña M-30 y abriéndose a un jardín interior. El polémico diseño de este inmueble, arriesgado y moderno, le reportó en 1991 el Premio de Arquitectura y Urbanismo del Ayuntamiento de Madrid. Quedaba lejos el arquitecto de los “poblados dirigidos” realizados durante el franquismo y se abría paso un miembro destacado de las escuelas florecientes de arquitectura que estaban remodelando las afueras de Madrid y Barcelona.

Defensor de una arquitectura social y anónima, Francisco Javier Sáenz de Oiza representó para la arquitectura española el riesgo artístico permanente, la heterogeneidad y la modernidad por encima de cualquier otra consideración. Esta exigencia, en ocasiones denostada por incoherente e incluso por frívola en sus resultados, es constatable durante toda su carrera hasta llegar a sus últimos trabajos: el Museo Contemporáneo de Las Palmas de Gran Canaria (1989), la Facultad de Ciencias de la Universidad de Córdoba, el Auditorio de los Festivales y la Música de Santander (1985-1991), la Universidad Pública de Granada, los pabellones del Recinto Ferial Juan Carlos I de Madrid (1991), el edificio de la Escuela de Administración Pública de Mérida (Badajoz), el Centro Cultural de Villaviciosa de Odón (Madrid), el edificio para las Consejerías de la Junta de Andalucía (1988-1993) en Sevilla y la Torre de Triana (1992), también en la capital andaluza. Con Jorge Oteiza y Rafael Moneo proyectó el Museo Metropolitano de Bilbao, y se encargó de la labor de conservación de la catedral de León (1981-1982). Meses antes de morir finalizó en su estudio su proyecto para el museo del escultor Jorge Oteiza.

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